La interpretación me vino de mano de la danza.
Siempre fuí un niño muy introvertido, así que busqué en la ella otra vía de escape más, además de la pintura, la manera de expresarme sin la necesidad de hablar.
Fué mi primera profesora de hip-hop, Sonia, la que me recomendó clases de teatro para quitarme el gran pánico escénico que tenía al salir al escenario.
Una vez tomé la primera clase, supe que aquello me daba la vida, y se me daba bien.
Comencé a llevar en paralelo mi formación en las tres disciplinas, y a los 28 decidí que quería formarme como bailarín, en la escuela Company&Company, en la especialidad de hip-hop, pero en la que recibíamos todas las disciplinas: hip-hop, contemporáneo, clásico y jazz.
Actualmente he dejado la danza en el lado de los hobbies, pero la sigo necesitando para seguir encontrándome a mí mismo.